Cometas en el cielo, de Khaled Hosseini, fue la inspiración que llevó a escribir a Michelle Cohen Corasanti, una judía norteamericana, de familia rica, liberal y fervientemente sionista, a quien sus padres enviaron a los 16 años a Israel para que sentara la cabeza pero que acabó convertida en una defensora de la causa palestina. Y, además, casada con un estudiante de química de esa nacionalidad. Decidió seguir el ejemplo del escritor afgano con su novela Como el viento entre los almendros (Bruguera / Amsterdam): buscar la empatía del lector con la historia de un niño palestino superdotado pero que crece en un pueblo bajo la ocupación militar israelí desde 1949, con su padre encarcelado, dos hermanos muertos, su casa demolida. «Pero mi libro no es sobre odio, sino sobre ir más allá. Quiero enseñar que la gente puede cambiar, que hay esperanza. Porque Israel intenta hacer creer que no la hay», explica la escritora durante su visita a Barcelona.
-¿Usted llegó a Israel sin saber ni qué eran los palestinos, verdad?
-Para nosotros los judíos habían llegado a un desierto y lo habían hecho florecer. Y no había palestinos, sino árabes que nos odiaban no se sabía por qué razón. En mis tres primeros años, en un internado, no vi nunca a un palestino. Ni uno. No fui consciente del conflicto hasta la invasión israelí del Líbano en 1982. Y hasta que viajé a París y conocí a muchos libaneses no aprendí que todo lo que nos habían explicado sobre qué sucedió en 1948 era una mentira. Hasta entonces, para mí, nosotros éramos las víctimas. No los refugiados palestinos, obligados a vivir en condiciones abyectas. Así que decidí estudiar Estudios de Oriente Próximo cuando regresé a Israel. Y allí hice amigos palestinos.
-¿Ni siquiera actos como la masacre de Múnich le hacían preguntarse…?
-Sabíamos que eran terroristas. Pero terroristas árabes. Aún hoy doy muchas conferencias en asociaciones y escuelas en EEUU: y, en su vasta mayoría, creen que todos los árabes son terroristas
-Se ha propuesto hacer que su libro haga abrir los ojos a muchos compatriotas. Como lo hizo La cabaña del tío Tom, dice.
-Que era un libro escrito por una mujer blanca y consiguió introducir las ideas abolicionistas. Como abogado, sé que no es lo mismo en un juicio la confesión de quien ha perpetrado un crimen que la denuncia de la víctima. El presidente Obama pidió a los israelís que se pusieran en el lugar de los palestinos para entenderlos: es lo que intento que haga el lector. Pero, personalmente, yo puedo decir que conozco los dos lados. ¡Me casé con un palestino! Volví a EEUU y enterré esa parte de mi vida durante diez años. Pero sentía la responsabilidad de explicarlo. Y necesitaba encontrar la manera de hacerlo. La encontré cuando leí la novela de Hosseini. que me enseñó la manera de llegar a la gente.
-¿Es adecuado en su opinión hablar de limpieza étnica o apartheid?
-Sí, hubo una limpieza étnica programada. Aquí puedo decirlo. Pero en EEUU no puedo utilizar esas palabras… ¿Y apartheid? Hay un apartheid más sofisticado. Diferente en Israel, donde los palestinos tienen derechos pero sufren determinado grado de discriminación, en Cisjordania y en Gaza, que es un gueto, una prisión al aire libre.
-¿El personaje de Nora, la americana que acaba como la activista Rachel Corrie, es en parte usted?
-Nora es lo que yo habría querido ser y no pude.
-Los padres de Nora son unos liberales de libro, pero no pueden con un yerno palestino. ¿En su caso…?
-¡Oh, Dios mío! Mis padres son superprogresistas, pero cuando se trata de Israel, terreno prohibido. ¡Y aún se niegan a conducir un coche alemán! No podía hablar con ellos de política sin gritar. Así que (ríe) cuando me casé con un palestino no les pareció tan mal que el enemigo cargase conmigo.
ERNEST ALÓS
BARCELONA
Read interview on El Periodico Ocio y Cultura – rough translation available.
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